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jueves, agosto 05, 2004

Piedras de Sílice naturales

Hola, soy Guillermo Domínguez, me recordarán de otras anécdotas como "Ricas Gammarus (Comida de Galápagos)" y "Fécula de patata deshidratada (comida de peces)".

Normalmente me documento más para escribir un post. Pero el poco tiempo que tengo debido a los exámenes y lo curioso de la anécdota me han hecho adelantarme un poco a mi investigación sobre la sílice.

Hemos comprado una nueva arena para los gatos, eso donde los felinos domésticos hacen sus necesidades. La novedad es que la "arena" está compuesta de piedras de sílice natural. Son unas piedras pequeñitas, del tamañano de una uña, desconozco el término geológico, algo más pequeño que la grava. Son blancas y con aristas. La novedad (aparte del precio) es que son absorventes y eliminan olores.

He comprobado su capacidad de absorción introduciendo cuatro de estas piedrecitas en un vaso con 10 ml de agua, el volumen subió a más de 15 ml. Al contacto con el agua las piedras burbujean, la capa blanca que las cubre desaparece y se hacen transparentes poco a poco, hasta que agotan la reacción química espontánea, por la cual expulsan gas (burbujitas de lo que sea). Durante esta reacción se oye un sonidito similar al de un medicamente efervescente. Al cabo de una hora las piedras están totalmente transparentes y el volumen... ¡Ha vuelto a bajar hasta 10 ml! Curiosamente ahora las piedras son más quebradizas. La piedra de sílice no es delicuescente (absorber agua de la atmósfera hasta disolverse) porque sino, menudo timo.

Cuando abrimos el paquete me percaté de que no olía a nada. Pero como buen científico quería saber si sabía a algo. Cogí una piedra y la puse sobre mi lengua.

He de incidir en el efecto de poner sobre la lengua. Porque aquello se pegó literalmente a mi lengua. Claro, yo había leído que absorbían, pero no imaginé que le daría tiempo... No lo imaginé siquiera, vale.
Y ahora dirán ustedes, ¿y esa era la anécdota?

En absoluto.

Los gatos son animales con un olfato muy desarrollado, al igual que los perros. Mis gatos, ante la novedad de ver su caja de arena con otro material hicieron lo que todas las veces hacen: olerlo. Bueno, y también lamerlo.

Y fue entonces cuando me encontré a tres de mis gatos con una piedra de sílice pegada a la lengua andando por casa y mirándome con cara de lástima. La misma que debí poner yo al despegar de mi lengua aquella piedra que me quemaba por la reacción (exotérmica).

Niños, no chupéis piedras de sílice en casa.